La Astrología llega a mi vida a través de un libro que mi padre trajo a casa y que -inmediatamente- captó mi atención; en ese momento, yo contaba con catorce años.
Al principio, leer ese texto y otros más que compré del tema formaban parte de mis aficiones de adolescente, entre muchos otros intereses, como buena geminiana.
Hubieron momentos en los que me alejé completamente de la Astrología debido a las opiniones ajenas, ya que tenían un gran peso en mí en aquella época. Luego, con más confianza en «algo interno» que me convocaba, retomé mis estudios sobre el tema.
Cuando llegué a los treinta años, había leído bastante y me consideraba una astróloga autodidacta; sin embargo, no terminaba de entender muchas cosas.
No fue sino hasta que ingresé en una escuela de Astrología (por una persona que me lo sugirió de forma muy atinada) que todo lo desligado comenzó a cobrar sentido y un mundo nuevo se abría ante mis ojos.
A partir de allí, comenzó formalmente este viaje.